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Wednesday, April 26, 2017

¿Por dónde anda el termómetro de masculinidad en Cuba?




Por Ana Isa Díaz Vidal

«Cuando mi hermano llegó a la casa con un arete, mi madre le rajó la oreja», narra una de nuestras entrevistadas en medio de la populosa Habana, e inmediatamente después añade: «él, con el tiempo, se lo agradeció».
Ante la mirada de asombro de esta reportera, la señora afirmó: «Lo que pasa es que para tu generación… el pelo largo, los aretes, sacarse las cejas, o pintarse el pelo, todo eso es muy normal. Pero yo no concibo que un hombre de verdad ande así en la calle».
¿Será que hay hombres «de verdad« y hombres «de mentira»?, comencé entonces a preguntarme mientras grababa, para este podcast, los más diversos criterios ante la pregunta que le hice a todos: ¿qué es masculinidad?.
«Chabacanería», dureza, machismo… fueron algunos de los términos más recurrentes obtenidos como respuesta.
«Ser masculino es lo que le enseñan a uno desde chiquito —explica Armando, de 39 años— para que uno sea hombre el día de mañana y no criarte con flojera…».
«La masculinidad es la hombría y seguir las reglas establecidas por la sociedad: tener hijos, esposa, llevar las riendas de una casa. Pero el modelo por el que fui educado ya no existe, hay una tendencia a la homosexualidad», asegura Julio.
Yoan, por otra parte, advierte: «Hay gente que piensa que hay un modelo de hombre, pero hombres somos todos». Mientras, Luis considera que «ahora los varones también juegan con muñecas, porque lo importante es enseñarles a ser correctos, a preservar los valores de la familia».
La mayoría de las personas asociaron la masculinidad a la orientación sexual, y esta vinculación de conceptos se basa, según el doctor Julio César González Pagés, en la fuerza del machismo: «una ideología practicada por hombres y mujeres, que impide salir de ese modelo rígido, porque se supone que la masculinidad es inherente al hombre, y ni se discute, ni se debate…».
El autor del texto Macho, varón, masculino aseguró a JR Podcast que estas posiciones están relacionadas con la inseguridad con la que viven los hombres, quienes luchan por demostrar que realmente lo son, algo que no sucede a las mujeres.
¿Y qué es la masculinidad hegemónica?, le pregunto y responde que es una tipología asociada al «macho latino», quien se supone que debe tener dinero, ser proveedor, aguerrido, regularmente violento, impositivo, y aparentemente seguro…
«Pero ningún ser humano es así. Se trata de una construcción socio-cultural que se nos asigna  a los hombres, y quienes no respondamos a estos códigos de macho, y de masculinidad hegemónica, somos tildados de débiles, flojos, —asevera González Pagés— y por eso también las personas piensan que cuando ahondas en estos temas están inquiriendo sobre su tipo de opción sexual. Y como se sabe en una sociedad patriarcal y machista, ser homosexual es sinónimo de femenino, de débil…».
De vuelta a la calle, donde generamos el debate habitual, Leandro nos comenta: «Ya prácticamente todos los hombres ayudan a su esposa en la casa, pero eso del machismo no debe existir, porque la mujer también se cansa y, además, colaborar no determina que tú seas más o menos hombre».
«Hay prejuicios que siempre han existido, por algo…—insiste Anás, de 17 años— porque un hombre se supone que sea un tipo duro que no se parezca a la mujer».
Pero su novia, Marian, ripostó: «La hombría está sobrevalorada porque, por ejemplo, si un hombre se afeita, para las personas mayores está mal porque  en su época eso no se usaba, pero ahora todo eso es normal, y se le conoce como metrosexual. Él cuida más su imagen».
«Lo que yo pienso es que todos los extremos son malos —se defiende Anás—Yo he llorado, o sea, los hombres sí lloran y pueden expresar sus sentimientos, y no tengo complejo con eso… pero yo no me afeito».
«Recuerda que el mundo ha cambiado mucho —le dice Mario— pero nosotros mantenemos muchos tabúes. Creo que la juventud se viste como quiere. Es rebelde, y no sigue un patrón preestablecido. Eso me parece fabuloso.»
Ante este escenario, ¿qué hacer?
«Podemos desaprender», asegura González Pagés, también profesor de la Universidad de La Habana.
Y reitera: «¿Debemos feminizar a  los hombres? No. Se puede ser masculino y solidario, tener valores humanos más allá de que seamos hombres o mujeres. (…) Pero debemos revisar las conductas desde que educamos a los niños para evitar formar machos violentos, que después tendrán que convivir con las mujeres, quienes tienen otros códigos y otros roles, y ahí es donde habrá una disputa entre ambos».
Destaca el especialista que el cómo debemos ser se enseña desde pequeños, incluso a través de los juguetes cuando destinamos muñecas para que las niñas aprendan mejor a cuidar a los hijos y armamentos para los niños, con el fin de estimular el espíritu agresivo de la masculinidad tradicional.
«Como padre, hermano, y profesor me preocupa que muchas veces no se tome conciencia de que el desarrollo del país debe tener en estas temáticas una línea directriz. Desde el humor —analiza— se reproducen chistes que laceran a personas de otras provincias, a la multirracialidad del país, hay una televisión inundada de críticas a los hombres orientales en personajes que los disminuyen, y los caracterizan como brutos o incapaces. Eso crea una cultura del enfrentamiento en la diversidad».
JR Podcast volverá con más debates sobre la masculinidad y la feminidad. No dudes en enviar tus opiniones a juventudrebelde.cu@gmail.com. También puedes buscarnos en Facebook como Más que papel o descargar nuestros podcast en Ivoox.
http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2017-04-24/jr-podcast-el-termometro-de-masculinidad

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